Los científicos analizan diminutas cantidades de sangre, ADN
y otras sustancias en portaobjetos de cristal del tamaño de la palma de la
mano. En este mundo de microfluidos se emplea la aspiración o la succión para
mover las gotitas, pero estos métodos no siempre funcionan. ¿Hay alguna manera
mejor de transportar fluidos a escala manométrica? Según John Bush, profesor
del instituto de Massachusetts (MIT), “la naturaleza ya tiene resueltos estos
inconvenientes”.
Reflexione: El colibrí no malgasta energía succionando el néctar
de las flores, sino que aprovecha las fuerzas de cesión que hacen que una gota
de agua sobre una superficie plana desafié la gravedad y adopte su característica
forma redonda. Cuando la lengua del colibrí entra en contacto con el néctar, la
tensión de la superficie del líquido hace que esta tome la forma de una pajita
y que el néctar suba por sus paredes. En resumen, el colibrí se ahorra trabajo
dejando que el néctar ascienda por sí mismo hasta la boca. La acción se repite
nada más y nada menos que veinte veces por segundo.
Este método de absorción se ha observado también en algunas
aves limícolas, que beben agua de forma parecida. Comentando esta característica,
el profesor Stanford (California), puntualiza: “La combinación de ingeniería física
y matemáticas aplicadas es simplemente maravillosa […]. Si hubiera pedida a un ingeniero
o a un matemático que diseñara un método para que las aves pudieran transportar
el agua desde el extremo del pico a la boca, no habría ideado nada igual”.
¿Qué piensa? ¿Es la diminuta lengua del colibrí, con su capacidad
para recolectar néctar de manera rápida y eficaz, producto de la casualidad, o
del diseño?
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